El expediente Monaguillo

Disponible en:Medellín

Antes de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo y de la llegada de métodos farmacológicos seguros, el aborto criminal constituía una verdadera epidemia de salud pública en la ciudad. En esta aventura, Joaquín Tornado se enfrenta a un caso que puso "patas arriba" el sistema judicial de la ciudad, pues lo que era un simple caso sin mayor relevancia terminó con la muerte de una mujer joven, implicó a mucha gente poderosa y permitió destapar toda una cloaca que encubría prácticas criminales por parte de una red médica, falsas denuncias, encubrimientos y corrupción en el sistema universitario de los posgrados en la Universidad Pública. Tornado y su equipo de investigadores enfrentan en "El expediente Monaguillo"  a un sistema podrido en lo cual nada es lo que parece y hay siempre una amenaza a la vuelta de la esquina. La acción y el ingenio no dan tregua y el detective enfrenta con su consabido humor y su particular forma de ver el mundo a una ciudad que amenaza con devorarlo al menor descuido.

 

El expediente Monaguillo  

 

  

Un fragmento:

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-              Necesito que me ayude, Tornado… ¿Cree que va a estar muy ocupado por estos días?

-              Ni tanto, Agustín. Ando matando el tiempo persiguiendo viejas culicontentas con maridos inseguros y cornamentas exuberantes, que es lo que da el billetico para ir pasando. Mentiras, ni tan malo que ha estado el camello en estos meses; entre tanto torcido y tanto desconfiado, nunca me falta dónde husmear para descubrirle los pecados al prójimo. Para eso me pagan, y usted sabe que yo siempre me encuentro en la jugada, siempre al pie del cañón para las que sean…

-              Y eso nunca se acaba, Tornado. Si por las traiciones y faltoneadas se tratara, usted y yo nunca nos veríamos sin oficio, nunca nos quedaríamos sin algo qué hacer.

Me llamaba la atención que estuviera tan conversador mi viejo amigo Agustín Restrepo, hombre de malas pulgas que parecía a toda hora con las hemorroides salpicadas de jalapeño en supositorios de crema de tabasco. En los últimos meses habíamos estado un tanto distanciados, no por ningún aspecto específico que nos hubiera desgastado, sino porque él estaba haciendo una especie de diplomado en Bogotá que la Fiscalía había convocado para el asunto del respeto por los derechos humanos, el debido proceso y la adhesión a los protocolos de captura de los delincuentes. ¡Con razón andaba renegando tanto, no era propiamente un tema que le tocara las fibras de su corazoncito!

En mis muchos años de relación con el viejo vinagroso, me constaba que dichos asuntos le producían una especie de alergia que le agriaba un poco el sentido común, sin impedirle que de todas maneras fuera respetuoso de los procesos, hasta donde pudiera, sin dejar de ser crítico.   “Los bandidos lo reciben a uno a punta de plomo, y uno tiene que llegar con el código en la mano, y una flor en la solapa, porque si no, termina empapelado”, decía no sin amargura cuando se refería a la forma inequitativa como, según su criterio, el sistema trataba a los infractores de la ley. “Si  allanamos a un miserable que sabemos que es un asesino en serie o un violador de niños, y lo hacemos antes de la 6 de la mañana, o no vamos con la Defensoría, o por la premura para que no se escape lo hacemos sin orden, con seguridad que terminamos en la prensa con varias demandas encima, con los colectivos de abogados detrás de nosotros y con las ONG denunciándonos en los tribunales internacionales”, decía realmente irritado cuando veía que su sentido del deber se estrellaba contra las talanqueras jurídicas de las que para él eran unas normas sin sentido. “El papeleo y los formalismos son lo que no nos dejan hacer bien nuestro trabajo. Por eso capturamos a 2 y quedan 10 libres y nosotros procesados. Esto así no tiene componedero”.

Y ese día estaba en esa tónica, irritado por ver cómo muchos de sus esfuerzos se diluían en la dinámica de la burocracia y la tramitomanía, con  el peligro de verse inmerso en asuntos disciplinarios, por intentar contener en su punto a los infractores de la Ley.

-              Imagínese, Tornado. Uno se parte el lomo tratando de mantener a raya a esa horda de sinvergüenzas que se quieren volver ricos por la vía rápida, y el que termina emproblemado es uno.

-              ¿Y cómo es la cosa Agustín? ¿Qué lo tiene tan alborotado que parece con ganas de agarrar a pata al que lo salude? Por lo que veo, no le ha servido para nada el curso de yoga que estaba haciendo por internet.

-              ¡Cuál curso, ni qué carajo, home bobo! Eso que usted dice era que estaba mirando por curiosidad esa cosa de los mantras y los asanas y mandalas y carajadas similares, para saber, por cultura general, de qué se trataba, pero yo no estaba haciendo ningún curso. Usted con ese maldito vicio de dañarle la honra al prójimo, diciendo lo primero que se le ocurre, Tornado. ¡Póngale rigor al asunto, que lo necesito es para un trabajo serio!

 

Emilio Alberto Restrepo

Médico, especialista en Ginecoobstetricia y en Laparoscopia ginecológica (UPB, UdeA, CES, respectivamente). Profesor, conferencista de su especialidad. Autor de cerca de veinte artículos médicos. Ha sido colaborador de los periódicos La Hoja, Cambio, El Mundo, Momento Médico, Universocentro, Revistacronopio, Laterales Magazine y Ficción la Revista. Ha publicados novelas, colecciones de cuentos, libros de pedagogía y ensayo  literario. Ganador y finalista en concursos de poesía, cuanto y novela. Autor de cerca de 20 libros, en  su producción se destacan  novelas de asuntos médicos y hospitalarios, novelas y cuentos de genero negro y temática urbana, libros infantiles,  pedagógicos y de ensayo literario. Con la Editorial UPB ha publicado, desde 2015, cinco novelas de su personaje, el detective Joaquín Tornado. Su último libro, la colección de cuentos Un hombre solo y mal acompañado.

 

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