Historias a domicilio

Disponible en:Medellín

"La casa tenía una reja / pintada con quejas / y cantos de amor". Es el comienzo de un sentido valsecito de Homero Expósito que suscita distintas emociones e imágenes, como las de aquellas moradas familiares, con recuerdos engarzados en los calados de las ventanas. Memorias domésticas y urbanas, de zaguanes y calles, confluyen en estas Historias a domicilio que cuentan cotidianidades y saltan de la cocina al comedor, de la sala a un pedacito de cielo que se cuela por el patio.

En la casa, en su intimidad, puede confluir el universo. El mundo del adentro, delineado por el léxico de familia (como lo recuerda Natalia Ginzburg), se encuentra con infinitas referencias al afuera, a la ciudad. Casa-calle-barrio una tríada sentimental, histórica, que en estas páginas se narra y poetiza.

Un libro en el cual el lector puede encontrarse con su propio mundo y entrar, como un curioso asombrado, a otras habitaciones en las que, de pronto, se puede escuchar la voz de Scheerezada.

 

Historias a domicilio  

 

Un fragmento: 

"La más local de las historias es la de la casa. No solo con su arquitectura íntima, sus afectos repartidos en mosaico, las voces familiares y sus ecos, sino con su disposición espacial, con el tiempo de solidaridades, afectos y a veces de encontrones que en ella adquieren el sentido de la llamada pertenencia y de la fraternidad. Contar la casa es, a veces, contar un universo. Las historias familiares, las narraciones de cocina, los abundantes mundos que surgen dentro de esa construcción, en ocasiones discordantes, se vuelven patrimonio personal, una memoria de la existencia. Una constancia.

La casa puede ser un aleph desde el que se ven en confluencia todos los puntos del infinito universo. La literatura está habitada por historias de casas, de mansiones descaecidas, de cabañas y cortijos, de bungalós y bohíos, con dramas interiores, con asuntos domésticos a los que el lector, como un fisgón, accede con privilegios. Y además de ese espacio de encuentros y desencuentros, donde se elaboran las relaciones de familia, las ansiedades y preocupaciones, están los objetos que van forjando y contando una historia, una conexión con los sentimientos y la intimidad.

Una casa, sea móvil o fija, sea una carpa gitana o un cuarto de pensión, es la posibilidad del habitar, del estar bajo un techo, con las posibilidades de la comunicación, la meditación, el silencio y los sonidos de la evidencia. A escala, es un universo que puede alcanzar la infinitud cuando, en el adentro, se cuentan historias, se leen —como puede suceder en algún cuento de Felisberto Hernández— libros que nos sugieren que hay otros ámbitos. Cada espacio casero tiene significados: una puerta, las ventanas, los patios, si acaso el supérstite solar, los techos, toda la estructura está al servicio de la pequeña sociabilidad que es el hogar.

La casa está en un lugar que puede ser todos los lugares. Y tiene, claro, un afuera que puede ser la calle (o, en los edificios de apartamentos, el pasillo, las escaleras, el ascensor, la salida a la luz urbana), el barrio, los otros, los que en muchas ocasiones toman la categoría de próximos, de vecinos, bien nombrados (a veces, sobrenombrados), y que, según se tenga con ellos una conexión, se tornan parte de la vida social y, después, se vinculan a las nostalgias, a las recordaciones de lo que se ha ido".

  

Reinaldo Spitaletta

Comunicador social-periodista, escritor, historiador, profesor universitario y caminante. La ciudad es parte de su territorio literario. En la historia encuentra asuntos clave para alimentar su literatura y su periodismo. Autor y coautor de más de veinticinco libros, entre ellos las novelas El último puerto de la tía Verania (1999), El sol negro de papá (2011) y Balada de un viejo adolescente (2017), los libros de cuentos El último día de Gardel y otras muertes, El desaparecido y otros cuentos (1988) La noche de la peste (cuentos, 2020). Medellín, ¡cómo te siento! (2019, son reportajes y crónicas sobre la ciudad).

 

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