La vida en un balón

Disponible en:Medellín

La vida en un balón de fútbol es una provocación para pensar los vínculos entre fútbol, vida y balón. Eso que nos pasa cuando jugamos con un balón, cuando le hacemos goles a la vida y cuando la percibimos como poesía, literatura, ensayo y cuento. Jugar al balón de fútbol es recuperar parte de la infancia en la que jugar era lo único serio que podíamos hacer.

 

Un fragmento: 

Y encontrar una portería en medio del desierto y no hallar personas. Y ver dos tapas de gaseosa en un lado y otras dos en el otro, dispuestas para un cotejo que ya se acabó porque no hay personas. Tal vez el partido fue hace tiempo y las tapas siguen ahí, en espera del próximo encuentro o, tal vez, el viento las puso ahí para invitar a los dioses a una “recocha”.  Advertir en un terreno anegado dos palitos en un lado y otros dos al lado contrario. Muy cerca, una escuela, síntoma de recreo en fútbol con pantano, balón pesado y risas que refrescan. Y ver una portería en la carretera, en un lugar inimaginable porque todo el tiempo pasan autos, motos, bicicletas y casi ningún ser humano. Arcos, porterías, arquerías: símbolos de rastros humanos que se leen porque hubo chilenas, gafiadas y goles que merecieron una discusión al infinito. “No entró, fue por encima, se llevó el tarro, no se paga”. Eternas discusiones después de los partidos que hacen parte de las conversaciones humanas, es decir, en el espacio del diálogo se juega el otro partido, el de la dignidad, la prudencia, la mediación y, aunque el resultado es inmodificable, se oye decir: “bueno, entonces con ese gol que no les validamos ganaron ustedes”, pero esa afirmación no es sincera. Y encontrar dos piedras en la playa y dos piedras en el mar. Hubo fútbol, encuentro, felicidad, derrota y triunfo. “El que haga el último gana”. Pero nunca hay un último porque habrá revancha. Otro “picadito”, otro desafío: los seres humanos vivimos de reto en reto, aunque sea el pie izquierdo que reta al derecho o contra el muro cuando la soledad es inmensa. Y dos arcos en una isla flotante, dos porterías en un nevado, dos arquerías en la montaña agreste, dos arcos en el pico más elevado. Fútbol, siempre fútbol, aunque no se vean los seres humanos. Cuando no hay material para hacer los arcos, entonces se imaginan y se juega con líneas inexistentes pero reales porque caben en las dimensiones por las que entra el balón, la tapa, el papelito, el limón, la naranja o con el útil que se ha escogido, que puede ser inventado porque hasta sin él se puede jugar, basta ficcionarlo. Ganar y perder como manifestaciones silvestres de un partido de fútbol que no se cambia por ningún otro espectáculo porque la “recocha” será una oportunidad para abrazar al otro después de la derrota o de la victoria. El fútbol es una pasión que conjunta en los mejores y peores valores. Dos copas Libertadores conforman una arquería.

 

 

La vida en un balón  

Juan Carlos Rodas Montoya 

Licenciado en Filosofía y Letras, Especialista en Literatura y Magíster en Educación, de la Universidad Pontificia Bolivariana. Ha escrito los libros Rostros g(d)ramáticos, Ni cró Ni cas y El fútbol, esa metáfora. Es el editor del Sello Editorial UPB, lugar al que llegó hace más de 20 años como Corrector de estilo. Juega fútbol como pasión y escribe sobre fútbol y literatura como catarsis. Es profesor, desde 2015, del curso Fútbol y Literatura, que ofrece el Centro de Humanidades de la Universidad. Además, es columnista del periódico El Espectador.

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