Agencia de Noticias UPB – Medellín. A través del diálogo, los historiadores y docentes UPB, Claudia Avendaño y Ramón Maya, compartieron las historias que envuelven una de las celebraciones más grandes de la humanidad: la Navidad. Los sincretismos culturales de esta época del año fueron el tema principal.
Los sincretismos, según Ramón Maya, son estrategias de difusión que implementaban ciertos pueblos para incorporar sus tradiciones en las de otros.
La Navidad es un sincretismo que recolecta muchos años de historia. Los árboles, los regalos, el pesebre y demás, son objetos que tienen orígenes muy antiguos y que, a través de los sincretismos, han logrado permanecer (tal vez un poco modificados) hasta hoy.
En el antiguo mundo romano, las poblaciones celebraban sus festividades con relación directa al clima. Y, aunque en el Mediterráneo los cambios de las estaciones no eran tan fuertes, sí se podía distinguir que en diciembre los días se volvían más cortos y la luz más tenue, como si el sol estuviera envejeciendo, por lo que estos pueblos, según Claudia Avendaño, realizaban acciones a través del fuego para recordarle a Saturno, dios de la agricultura, que el mundo estaba en receso, pero que pasado ese tiempo debía regresar con la luz del sol.
Estas celebraciones tenían varias características: se celebraban en familia y con el resto de sus vecinos en torno a la comida, se intercambiaban regalos y se realizaba una gran fiesta; risas, baile, comida y bebida y la intimidad eran la mejor forma para que los pueblos del antiguo Imperio Romano disfrutaran algunos días que, por el fuerte invierno, podrían ser los últimos de muchos. Sin embargo, los juguetes, el árbol y la luz, si bien la apropiaron y adaptaron los romanos, son una herencia Celta.
El acto de hacer y dar regalos fueron una estrategia pedagógica de los celtas y los romanos para introducir a los niños en las tradiciones culturales, según Ramón Maya.
De acuerdo a Claudia, los Celtas construyeron su calendario en torno a las estaciones y cuando estaba cada vez más cerca el invierno, estos pueblos se adentraban en los bosques para recolectar nueces, almendras y madera para poder sobrevivir a las bajas temperaturas y a la futura hambruna. Además, los Celtas acostumbraban a sacrificar a sus animales de corral porque eran difíciles de mantener en esas condiciones, además de que podrían ser foco de depredadores.
Las raíces del árbol son el símbolo del pasado, el tronco representa el presente y las ramas el futuro, así explica Claudia Avendaño la importancia que tenía el símbolo del árbol para los Celtas. Y para esas fechas donde la vida está en peligro, qué mejor forma de conmemorar el transcurrir de la vida que alrededor de un árbol. “Ellos buscaban un árbol en particular: con hojas verdes que se mantuviera en el invierno, que es lo que ahora conocemos como los pinos”, explicó la historiadora.
Para sumarle a esta festividad sagrada, no se puede olvidar que el árbol también es el espacio donde aparecen los regalos.
La figura de Santa también tiene su origen en los pueblos Celtas. Ellos estaban acostumbrados a mirar al cielo y en estas épocas de invierno, con un cielo despejado, podían observar las lluvias de cuerpos estelares, dando la explicación de que era un trineo (porque son los vehículos por excelencia para la nieve) tirado por renos donde venía su dios, un dios que quitaría las nubes de tormenta para evitar la prolongación del invierno. El mundo cristiano tuvo su propia interpretación y trajo a San Nicolás como el personaje que va a dejar monedas de oro y regalos en las casas de forma anónima.
“Esa figura de San Nicolás va a transformarse en la persona que lleva regalos a los niños y jóvenes, especialmente a las jovencitas para que tengan una dote para poderse casar y los niños para mantenerlos contentos”, detalló Claudia. Con la época moderna, llega el bonachón de rojo y negro que fue producto de una estrategia publicitaria pero que se instauró como una nueva tradición.
Si bien no está claro quién fue la primera persona que recreó un pesebre, Claudia Avendaño explicó que había una tendencia en explicar que fue San Francisco de Asís el que recreó por primera vez el portal de Belén. “La aparición del portal de Belén se va a convertir en nosotros en una práctica muy grande. La van a atraer los españoles a América y América la va a abrazar con toda su fuerza, y nuestros portales se van a convertir en pesebres gigantescos”, agregó la historiadora.
Y, al igual que los juguetes que utilizaban los pueblos romanos y Celtas para educar a los niños sobre las tradiciones, las novenas que se celebran en torno al pesebre también son una práctica didáctica para enseñar la importancia de ese Niño que va a nacer.
El pesebre se ha convertido, según Ramón, en un territorio de expresión, donde cada cultura incorporó sus tradiciones en ese pequeño espacio que lleva a Belén; cada quien aporta su esencia al pesebre y vuelve el espacio en una oportunidad de volver a ser niños.
Según el historiador Ramón, a pesar de las duras condiciones que se viven actualmente, estas épocas plantean volver a la tradición, la oralidad, el cuidado de los niños, el regalo y la posibilidad de volvernos sentimentales.
Por esto, Claudia Avendaño nos invita a pensar que, si ahora no es bueno salir de casa, ¿por qué no volver a reencontrarnos en el hogar a través del fuego y de la luz?
Por Laura Gómez Londoño. Agencia de Noticias UPB.
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