Agencia de Noticias UPB – Medellín. Ante una pandemia global, respuestas inmediatas y asertivas. Sin embargo, también son muchas las preguntas sobre el panorama que se alza hoy ante la crisis. Las contingencias obligan a repensar las cosas e impactan hasta lo más recóndito de la experiencia cotidiana y eso incluye las actitudes frente al vestir y las decisiones de compra de los ciudadanos. Ahí la creatividad de diseñadores, textileros, personal de agencias de distinta naturaleza y, en general, de todos los actores de la industria de la moda, tiende a potenciarse. Desde las grandes marcas hasta el más pequeño taller está llamado a convertir la creatividad en su principal activo y materia prima.
Desde sus primeros brotes en Wuhan y su posterior expansión por China, el COVID-19 sacudió al sistema de la moda internacional. La ausencia de ciudadanos chinos en las tiendas y el horror a la llegada del virus a Europa obligaron a cerrar tiendas de moda de lujo y a controlar el ingreso a desfiles de algunos diseñadores, como Armani, en Milán. Con ellos empezó un declive progresivo para la industria textil, la del cuero y demás proveedores de las firmas de lujo italianas y luego de las francesas.
Pero cuando la pandemia cundió en casa, las industrias del lujo cambiaron incluso el rumbo de su producción. LVMH, propietario de las líneas de perfumería Dior y Givenchy, usaron sus laboratorios para producir gel antibacterial y abastecer hospitales en Francia; mientras textileras en Milán y firmas como Prada empezaron a producir tapabocas.
En ambos casos ha sido crucial el trabajo conjunto entre firmas de diseño y autoridades sanitarias, lo cual, pone sobre la mesa la importancia de unos equipos humanos de diseño capacitados para el trabajo interdisciplinario.
Esta crisis de salud pública, con su llegada a América, ha tocado al mundo y, como es lógico, con ella sobrevendrá una inexcusable crisis económica de escala global. Los diseñadores no tendrán más opción que responder a esas circunstancias y adaptarse a las nuevas dinámicas de consumo configuradas por la crisis económica venidera. ¿Cuál será el rumbo de las ferias de moda? ¿Cómo habremos de adaptar esas ferias al mundo que viene? ¿Qué requerimientos tendrán las nuevas actitudes frente al vestir? ¿Cómo cambiará el negocio de la influencia en línea, el de los medios impresos, el de las industrias del modelaje y la cosmética? Tomará tiempo volver a la “normalidad”, pero esa “normalidad” probablemente no sea la misma. A hoy hay más preguntas que respuestas.
Las guerras mundiales, especialmente la Segunda del Siglo XX mostraron que los diseñadores tenían ingenio para responder al momento y renacer de la crisis. La austeridad textil decretada en Inglaterra creó un exitoso modelo de negocios; por ejemplo, el de los diseñadores de lujo creando líneas de difusión masiva, tal como hoy H&M lo hace con distintos diseñadores de culto. Hubo la capacidad, en pleno conflicto, de diseñar prendas con textiles reciclados o nuevos pero con metrajes mínimos. Cambiaron incluso las ideas sobre el cuerpo y la higiene. La Primera Guerra Mundial aceleró el tránsito hacia una moda femenina más funcional, dada las necesidades vestimentarias de las mujeres que estaban laborando en fábricas de municiones y aeronáutica.
En retrospectiva parecen cambios muy puntuales, pero hoy, en medio de una declaración de Emergencia de Salud Pública por pandemia, cada uno aporta desde su campo. En esa búsqueda de respuestas, las empresas de moda y textiles han aportado lo suyo: Arturo Calle, por ejemplo, ha parado sus agujas para contribuir al control de la pandemia confinando al personal en sus hogares.
Finalmente, es todo lo que puede darse ahora. Queda por esclarecer cuál será el rumbo de la moda, los diseñadores y, muy importante, cómo han de formarse los nuevo creativos y empresarios de la moda después de superada esta contingencia sanitaria.
Por Juan Luis Balvín Tabares, Agencia de Noticias UPB – Medellín y William Cruz Bermeo, docente Diseño de Vestuario UPB.
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