Una ingeniera que prepara su café grano a grano

Disponible en:Medellín18 sep. 2017

 
Juliana Amaya en compañía de su familia.

Juliana en compañía de su familia.

Agencia de Noticias UPB - Medellín. El amarillo del cultivo la alerta sobre la maduración de los granos y el rojo intenso le anuncia que muy pronto sentirá el olor del café, un aroma que es sinónimo de recompensa a varios años de dedicación con la que Juliana y su familia cuidan cada semilla.

La vida de Juliana Maya Fernández “ha sido estudiar”. A sus 30 años es ingeniera electrónica, especialista en Gestión y Desarrollo Agroindustrial y está terminando la maestría de Innovación en Agronegocios. Y aunque se veía trabajando en la industria electrónica, el destino le tenía otra oferta.

Antes de terminar la carrera, mi papá se metió en el mundo de la caficultura y, sin embargo, para mí el campo nunca fue una opción. Cuando terminé de estudiar mi papá me dijo que me fuera a trabajar con él y le dije que sí porque no fui capaz de decirle que no, pero después de estar metida en el cuento, de trabajar con mi abuelo, con mi papá, con mis hermanas…eso es una cosa de locos”, cuenta Juliana con la emoción de quien se dedica a una actividad que le apasiona.

“Al principio estaba súper perdida, porque yo de café no sabía ni tomármelo”, cuenta entre risas. Y es que, aunque su abuelo ha sido caficultor toda la vida y Juliana y sus tres hermanas crecieron jugando con café, nunca se imaginaron que junto a su padre iban a ser las encargadas de darle una mirada empresarial a la pasión de don Heriberto Maya.

Esta ingeniera es la encargada de la reproducción de semillas y del vivero de ACCRESCO, la empresa familiar. De la mano de los trabajadores aprendió las técnicas para cuidar y producir semillas de calidad, con el esmero y la paciencia de quien entiende que de ellas deben salir árboles que vivan al menos 20 años, para servir al sustento de muchas familias y darles a los amantes del café, el placer de saborear la exquisita bebida.

 
Juliana Amaya

Las hermanas Maya Fernández, tres de ellas ingenieras y una negociadora internacional, han aportado procesos innovadores, siempre enfocadas al servicio, por eso han buscado aprovechar los coproductos del café, tratar el mucílago, compostar la pulpa y crear nuevos productos, entre ellos un jugo de café con propiedades antioxidantes y energizantes.

Juliana no tiene muy claro los motivos, pero siempre quiso ser ingeniera electrónica de la Universidad Pontificia Bolivariana, una decisión de la que habla con orgullo: “Nosotros los ingenieros de Bolivariana tenemos una ventaja y es que somos unos profesionales integrales, a mí eso me sonaba a frase de cajón, tengo que admitirlo, pero cuando me enfrenté a la vida profesional me di cuenta que es verdad, nos podemos enfrentar a cualquier reto que nos pongan”.

Se siente privilegiada porque son muy pocos los que pueden trabajar en familia. Asegura que no es fácil aprender a separar las relaciones personales y laborales, pero para ella “es un privilegio poder luchar por los sueños juntos”. Está decidida a mantener viva la pasión inculcada por su abuelo y su padre y, aunque al principio no fue fácil ni era lo que tenía en mente como profesional, su formación en la UPB fue determinante: “El énfasis administrativo que la Universidad nos da a los ingenieros es supremamente útil y la formación humanista es un complemento muy importante”.

Por Alejandra Carmona - Agencia de Noticias UPB, Oficina de Egresados

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