Agencia de Noticias – UPB Medellín. El café, uno de los productos más emblemáticos de Colombia, esa bebida oscura que despierta la mente e invita a la conversación, enfrenta hoy un reto crucial: motivar a las nuevas generaciones de caficultores para que continúen vinculados al sector.
Con ese propósito, la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Pontificia Bolivariana, bajo el liderazgo de su decano, el investigador Omar Muñoz Sánchez, desarrolló un proyecto en alianza con la Federación Nacional de Cafeteros y la Fundación Universitaria Católica del Norte, titulado Caficultura. Una propuesta de intervención social mediada por el eatertainment como estrategia pedagógica para el fortalecimiento.
El decano Muñoz explica que el punto de partida para este ejercicio fue una paradoja: mientras el país exporta café de alta calidad, todavía no existe realmente una cultura de consumo en torno a esta bebida. “Nos sentimos muy orgullosos y el mundo nos reconoce por el buen café, pero la pregunta es por qué nosotros no sabemos tomar ni apreciar el buen café, y esto ocurre porque desde pequeños nos acostumbraron a tomar pasilla, es decir, de baja calidad”.
Adicionalmente, el equipo investigador encontró otro desafío: “En muchas regiones del país, las fincas cafeteras se están vendiendo para turismo, no para producción. Entonces ahí hay un reto importante que vale la pena seguir apoyando, para que, entre las nuevas generaciones, no se pierda esa ancestralidad…”, advierte Muñoz Sánchez.
Investigar en los territorios
La primera fase del proyecto se llevó a cabo en el municipio de Betania, en el suroeste antioqueño, una zona reconocida por la fertilidad de sus suelos. Allí se aplicaron alrededor de 78 encuestas semiestructuradas para identificar en qué temas querían capacitarse los caficultores.
Posteriormente se realizaron cinco talleres con 16 familias cafeteras, en su mayoría, compuestas por pequeños productores con años de tradición en el cultivo del grano, quienes soñaban con darle identidad propia a su café.
En los espacios formativos ofrecidos por docentes de la UPB y de la Fundación Universitaria Católica del Norte, los caficultores recibieron orientación en temas de contabilidad, gestión de marca, innovación, fotografía de producto y manejo de redes sociales; aprendieron a usar las cámaras de sus celulares para darle identidad visual a sus emprendimientos. “Gracias a este proyecto me convertí en un defensor del café”, sostiene Omar Muñoz Sánchez.
Hallazgos
En Betania, la caficultura atraviesa un dilema generacional. Muchos jóvenes entre los 18 y 25 años no se ven a futuro en el oficio de sus padres: la baja rentabilidad del grano, el alto costo de los insumos y la precariedad de las vías para transportar la cosecha los empujan a buscar otros horizontes en las ciudades, donde encuentran estudios y empleos más atractivos.
No obstante, la investigación también reveló que el 67 % de los encuestados aseguró que le gustaría iniciar un negocio propio ligado al café. Más que vender el grano en bruto, sueñan con tostarlo, crear marcas familiares o diseñar experiencias turísticas que les permitan contar la historia de sus fincas y de su territorio. Esta intención significa un giro: pasar de la dependencia de los precios internacionales hacia la búsqueda de valor agregado en productos y vivencias que conectan con visitantes y consumidores.
El proyecto incorporó el concepto del eatertainment, que significa unir la gastronomía y el entretenimiento para crear experiencias sensoriales y lúdicas alrededor de los alimentos, con el fin de transformar el simple acto de consumir en un momento de disfrute y aprendizaje.
El eatertainment se convirtió en una herramienta clave para atraer a los jóvenes hacia la caficultura y abrir posibilidades de relevo generacional. A partir de este proyecto se derivan tesis de grado, conferencias y un artículo aprobado para pronta publicación en revista de cuartil.
Impacto en el currículo universitario
Los aprendizajes recogidos en los cafetales pasaron a las aulas. Evidencia de ello es que, a partir de esta iniciativa, en el pregrado de Publicidad y Marketing Digital, la asignatura Diseño de Experiencias transformó su dinámica: los estudiantes viajaron a fincas cafeteras para dialogar con los caficultores y, a partir de esas historias, diseñaron estrategias de comunicación y marca.
El café de especialidad (o café gourmet) es aquel que posee una calidad excelsa debido a la cuidadosa selección de los granos. Es sometido a un proceso de calificación llamado “catación” y debe recibir un puntaje igual o superior a 80 puntos, según los criterios de la Specialty Coffe Association (SCA).
Café Solidario: un círculo de confianza
El proyecto también dio origen a la estrategia de Café Solidario en la Escuela de Ciencias Sociales. Allí, profesores y estudiantes pueden servirse una taza de café de especialidad, a cambio de un aporte voluntario. Los recursos recolectados se destinan a diferentes fines, como, por ejemplo, becas de matrícula para los alumnos con dificultades económicas.
Esta estrategia, en palabras del decano, funciona como un café de la confianza. “Cada quien aporta lo que desee, y con eso ayudamos a que otros jóvenes sigan estudiando, al mismo tiempo que apoyamos a los pequeños productores”.
Si bien el proyecto ya finalizó, deja un resultado de doble impacto: fortaleció a las familias productoras y transformó currículos académicos. Además, sembró una nueva cultura de consumo de café en la universidad, donde cada taza se convierte en un puente entre el campo y la ciudad.
Según la Federación Nacional de Cafeteros, aproximadamente 80 mil familias dependen económicamente del cultivo de café en Antioquia.
Por Federico Hoyos Gutiérrez. Equipo de Divulgación Científica y Comunicaciones.
Imágenes: cortesía, Omar Muñoz Sánchez.
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